Dejé de escribir


No voy a escribir más. Dejé de pensar en las cosas que amaba, las que me llamaron la atención, por lo que fui feliz, en algún momento. Las tristezas del pasado me comieron y no dejaron que disfrutara mi presente. Siempre corro tratando de alcanzar el tren que me lleve a una luz que
no sea una ilusión de mi pensamiento. Es esencial entender que los seres humanos son así. En ese sentido, yo siempre me sentí un extraterrestre, no un ser humano. Nunca tuve la empatía suficiente para mirar hacia los ojos de una ilusión amorosa. Para mí, el amor transitó como si no existiese; muchas personas hablaban de que el amor es aquello que uno necesita para vivir. Pero, nunca necesite de amor. De aquí uno se puede preguntar: ¿Qué es amar?

El amar, pensé, es dar una parte primordial de tu ser pero, para los seres humanos una parte del ser, es, el ser mismo en su totalidad. Y, por esta causa, los seres humanos no aman. No estamos seguros de lo qué es la totalidad. Sin embargo, para mí, amar siempre tendrá el significado, a modo de sinónimo, de entregarse en aquella totalidad. Quizá lo pienso así porque cuando fui joven pensaba en la grandeza del cielo y todo lo que podría uno encontrar de sus secretos. El amar es como el cielo, parece que no tiene límites y, sin embargo, los tiene. El cielo tiene sus límites, es frágil ante la inmensidad de lo que hay detrás de él. El amor es frágil con relación a lo que hay detrás de nosotros.

Las cosas pasan, las vidas acaban, la vida cambia; las risas, el zangoloteo diario dentro del transporte público, los sueñor eróticos, las miradas llenas de pasión, las historias, el sollozo, el sinsentido, el sentido, todo. Cada parte que tengo como ser humano se convirtió en nada, se hizo blanco, se hizo un cero que puede ser multiplicado con todo pero que no cambia nada, en realidad. En efecto, veo mal la vida, sé nada de ella, así como no sé nada de matemáticas.

¿Qué se puede hacer para que uno deje querer de escribir o para extinguirse entre las duras letras y el pesado pavimento blanco?

La nada, eso se puede hacer. No hay nada más absurdo que todo lo que uno siente, cree, piensa, todo lo que uno hace. A pesar de todo, es lo que nos construye como seres humanos. Ya no soy un ser humano, ni un amante, ni un amado, ni un poeta, ni nada.

¡No soy nada!

Dejé de escribir. No lo hago por dolo, por tristeza, ni siquiera lo hago por rendición.

¡Las palabras parecen ya no ser suficientes!

En efecto, no lo son.

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