Nunca jamás.

No sé qué hago esta noche, estoy viendo a la nada,
recordando mis sentires y mis pensamientos.
Parece que el tiempo no pasa y pasa a la vez,
manteniendo un bucle constante que nos paraliza
pero que, en otras ocasiones, nos hace movernos
más rápido. Quizás es que, ahora, no solamente
siento, además, puedo entender los momentos y
las experiencias y los sentimientos.

Me dicen que deje de sentir, de ser pasional y de
querer madrearme al policía que me quiso
cooptar y mandar y quién sabe qué más. Pero, no
se trata acerca del policía o de los demás, sino que
se trata de mí, o al menos eso me dijo. Siempre se me
tachó de necio y de imprudente.

Claramente lo soy y lo seré, pero no puedo morirme
de otra manera sino es por medio de un acto de
imprudencia, como cualquier humano. O, alguien,
¿osa decirme que morir no es imprudente?, más bien,
la vida es imprudente, nacer es imprudente, amar es
imprudente.

Si pusiéramos las cosas que hacemos en nuestra vida
en una balanza, ¿qué será lo más imprudente? nuestros
signos y nuestras esperanzas se convierten en
imprudentes; es sencillamente estúpido creer algo en
este mundo.

Aún así estoy orgulloso de mí, de mis principios y,
sobre todo, de mis imprudencias, porque precisamente
eso, me llevó a conocer realmente de lo que se trata
el mundo. Me sorprendo de mi capacidad, sin ánimos de
ser modesto. Y, es impresionante que pudiese ficcionar
una y otra vez la ficción de ser-estar-en-el-mundo.

Uno evoluciona como poeta mientras se hace viejo, pero,
la supuesta catarsis que viene con la creación ya no regresa;
se esfuma, como me esfumé yo de mis amigos y del alcohol.
De ti. De mí. De todos los que me conocieron o que, en algún
momento, tuvieron la posibilidad de.

Como siempre están mis recuerdos atormentándome, recordándome
que la muerte sigue de moda, en boga, que la muerte sigue mis pasos;
no el diablo. Quisiera hacer volver todo, hacer un pacto y ser el príncipe
que pregoné ser pero ya no tengo nada que dar a cambio. Ahora,
simplemente me siento en la oscuridad con una cerveza ficticia y tu
calor, no tan ficticio como parece.

¡Los nudos nunca desaparecieron!

No lo harán.

Por último, no podía irme a vivir el sueño sin dejar una parte de mis
pensamiento, porque siempre escribí para mí y no para ustedes, ni
para nadie. Soy un maldito egoísta y un pésimo ser humano. Soy
un maldito, nunca logré quitarme la condición. Pero, no soy un
maldito y un poeta, soy simplemente maldito por un lado y, por
el otro, soy un poeta. No se interrelaciona una cosa con la otra.

Esto es para ti, para mi doblete, para mi ser del discurso y de muchos
años en el futuro, cuando no tenga esperanza ni poesía ni nada.
Cuando esté sentado, comido por el mundo, sin creer en la revolución,
ni en la poesía, ni en mi familia, ni en mis deseos, ni en mis amores y,
sobre todo, sin creer en mí. Quedando sentado, recargado en el árbol,
viendo a la nada, ojalá con un libro de páginas en blanco y una cerveza
o una botella de whisky o vodka, una bolsa de mota y de coca. Con
unas cálidas piernas y un torso inflado por el orgullo y por el cansancio.
Por la muerte de mis seres y por la muerte de mí -que es lo que más duele.

¡La muerte es un suceso de la vida!, después de ello, no hay nada.

Solamente la oscuridad de los caminos sin recorrer, la neblina de nuestras
lágrimas y, por encima de todo, la esperanza de vivir, sin querer realmente
hacerlo, no de nuevo, nunca jamás.

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