Indigno

A veces recuerdo lo que pasó, los días en los cuales
soñé ser diferente. Entiendo la nostalgia pegada a
mi piel. También, entiendo que soy una mala
persona. Siempre quise ser bueno, así como
todos ustedes, a quien admiro. Quizás es que soy
un superficial, pues, después de todo, nadie es
realmente bueno. A final de cuentas, ¿qué significa
ser bueno o malo? ¿Qué es ser humano? ¿qué es
ser indigno?

Recuerdo la primera vez que me sentí indigno,
ahora pienso que quizás Dazai no era tan sensible.
No al menos con los demás. Así soy yo, sensible
para mí mismo, para mis pensamientos, para mis
tristezas, para mis recuerdos, soy sensible para mis
tormentos o deseos. Y, nunca dejé desear. Deseo
todo, a todos, deseo más que el resto y jamás,
por más que quise, dejé de desear.

Quizás por eso, hoy en día, hago lo que hago.
Pienso lo que pienso. Veo las fotografías donde
las demás personas tienen una cara sonriente que
aparenta felicidad. Veo mis propios recuerdos,
con una sonrisa marcada en la cara, un cuerpo
cuidado y una cara atractiva. Pero no tiene sentido.
Ya no significa nada, solamente algo que no está
más aquí.

Me pregunto si puedo traerlo de vuelta, eludir este
maldito tiempo moderno, hacerme atemporal,
amoderno, hacerme una nube o un viento. Tocar
tu cara y tu cuerpo. Quise solamente esto que tengo hoy.
Y, aún no me doy cuenta. ¿Qué pasará cuando sea viejo?

Estoy viejo, acabado, sin esperanza pero con ganas
de comenzar nuevamente. Correr diez kilómetros,
sin parar, sin agitarme. Regresar aquél quien era sin
dejar de ser esto que soy. Quizá sí entiendo qué significa
ser indigno y, a pesar de tanto, de tanto tiempo,
de tantas cosas, de tantas personas, de tantos sentimientos,
de tanto alcohol y drogas, de tantas muertes, de tanto llanto,
a pesar de todo, a pesar de todo,
a pesar de todo, prevalezco.

¡Sintiéndome así!

Indigno.

Últimamente tiene más sentido el claro de luna, las noches
de borrachera y mis ganas de ser como Dazai. A veces me
pregunto por qué tenemos tanto en común sin siquiera
conocernos. Sin tomar un vaso de sake. ¿Por qué también
pasó conmigo lo mismo que le pasó a él?

Me siento como un personaje, uno que creé hace tiempo,
que debió de morir en las sombras de la ficción pero que,
por las condiciones de nuestra vida, se reprodujo innumerables
veces dentro de mí, haciéndome ser otra persona, algo que
no era y terminé siendo quién sabe cómo. No sé si ahora
soy realmente yo o es mi personaje.

Me dijo Robles que no debía dejarlo que dominara sobre mí,
él era él y yo era yo. Sin embargo, era demasiado tarde.
Siempre fui él y él siempre fue yo. Veo al resto de las personas,
intentando dejar de preguntar hasta cuándo los veré. Así como
pasó con antiguos compañeros.

Ayer me encontré a un compañero con quien estudié cine y me di
cuenta que no pude hablar con él, algo en mí cambió, no sólo
mi cuerpo o mi edad, sino que parecía que mi sistema ahora era
diferente. No entiendo cómo pude cambiar tanto. Recuerdo siempre
que estoy corriendo en la ciclopista, entrenando con mi equipo,
yendo a mi escuela para aprender inglés. Soñando con un futuro.

Solamente fui el criado. Aún así, me levanté, seguí, entendí, abrí las
puertas a un lugar que cuando lo pisé me reafirmó mi esencia similar
a la del indigno camarada comunista: Dazai. Esto un poema para ti.
Es un poema para mi yo, para mi infierno, para el príncipe infernal
que quedó atrapado en esta tierra, esperando eternamente por cumplir
su legado, por tomar posesión de su imperio.

A pesar de todo, aún sueño. Aún creo.

No soy quien solía ser, tampoco sé si soy yo. Y, sin embargo,a  pesar
de querer dejarme, seguí escribiendo. Ya no soy el poeta que quería
ser. Ahora niego ser poeta cuando antes presumía de tal condición.
Son la 1:51 de la mañana. Lo indigno nunca se quitó. Ahora,
simplemente, sueño con ser libre, aunque sé que no se puede.

¡Malditos humanistas!

Se acabó el cúmulo de ideas, de pensamientos, de sentimientos, de
recuerdos. El hilo que unió nuestras vidas, nuestras experiencias,
ése mismo, nos alejó por siempre. A unos los desapareció de mis
percepciones con el alegato de la muerte y, a otros, simplemente
los alejó de mí. O quizás lo hice yo.

¡Maldita sea!

Quizás lo hice yo.

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