¡Qué viva la libertad!
Tengo siete años buscando cómo vivir: a veces una mirada o un beso
fueron suficientes para entender a los libros que tanto amé.
En otras ocasiones, emborracharme hasta caer muerto en mis pensamientos y
en mi vida. Sin embargo, todo fue efímero, nada fue realmente lo que pensé
en su momento. Pero, no me arrepiento de valer madre con cada parte de
mi cuerpo y de mi mente.
El conocimiento y la poesía me salvaron de una vida sin sentido y si no fuese
por ellos, me hubiese matado hace ya mucho tiempo. Creo que cada día se
acerca más el día de mi muerte. La verdad, la irrefutable, es que ya no quiero
pertenecer más a este mundo lleno de conceptos ni de ideas, ni de decepciones,
ni de nada. Porque está lleno de mentiras, de sufrimiento, de nosotros: los humanos.
Por otro lado, el caminar en lugares que no conozco, que se alejan de las monstruosas
metrópolis y que me dan vida con la esperanza de unos ojos que no conocen el mundo,
al ver el saludo cordial de los demás, del cuidado de los seres humanos en otros
lugares remotos que para mí antes no existían, que los vi hacia abajo, como si yo
fuese una luna, de la cual escribí muchas veces pero, en realidad, de la que nunca
entendí nada. Todo ello, en su conjunción, que es demasiado para capturarla
en estas letras, me da vida, me dan ganas y me da voluntad. Quizá, al igual que lo
demás, simplemente, todo sea una maldita decepción y una maldita mentira y
un maldito ser, como es el mío, como es el de todos ustedes.
¡Maldita sea el maldito mundo con sus malditas personas!
La tranquilidad de la noche, en mi sillón en cual tantas veces me escuché decir miles
de maldiciones. La tranquilidad de mis abuelos muertos, de mi señora, de mi prima,
de todos los seres que ya no están pero que los veo, en verdad lo hago; y pensar que
están sentados al lado mío. Sigo escribiendo de ustedes, de mis dolores y de mis recuerdos
porque no puedo hacer otra cosa más que esto. Pero, no se equivoquen, no lo hago
por ustedes o por su recuerdo, lo hago porque estoy maldito, porque me maldije
con todas las situaciones que provoqué, con los golpes de letras que le di a las
miles de personas que conozco; aún, a cada una de ellas, las tengo muy
presentes.
Una pieza de cualquier compositor es como un ejército que me libera del yugo del
imperialismo colonizador; un grito desollador de cualquiera de los autores
que tanto amo me hace sentir su dolor. Para finalizar, lo escribo, porque es idiota
sentir tanto dolor sin poder, aunque sea de cualquier forma, sacarlo.
Ustedes, los malditos humanos solamente son decepción, tristeza, estupidez, debilidad y
nula honorabilidad. Lo que más odio es que pertenezco a ustedes. Pero, también, es lo
mejor que me pudo pasar, porque amé, porque reí, porque sentí, porque lloré, porque di
porque no recibí, porque lo hice, porque mentí, porque robé, porque lastimé, porque me
lastimaron. Estoy decepcionado de mí, de ustedes, pero eso nos hace ser nosotros, ser
grandes, como las cosas de las cuales escribimos pero que no entendemos, que no
sentimos en realidad y, que quizá no existan.
Los sueños del pasado se esfuman, mi ser está intacto a pesar de los cambios. Sigo
viendo a la luna muy lejos, escribiendo de ella aunque no sepa qué es. A veces,
agrego otro elemento, digamos el agua o digamos el aire, y camino al pasado o al futuro
o por lugares que no estuve jamás. Es verdad, todo es mejor cuando uno está muerto pero
uno debe estar muerto hasta que la vida haya valido la pena. Si no, ¿para qué nacimos?
No me queda más que temblar con el frío del miedo que me provoca todo. Pero, me
abrazaré muy profundo para que no esté solo nunca, para que el agua me rodee
la nariz y deje de respirar. El infierno siempre está en nosotros, siempre está en mí,
acompañando mi paso lento y mi gran cobardía.
¡Qué viva la libertad!
A pesar de mí, a pesar de ustedes.
Es hora de dejar mi sillón y mi noche, de dejar todo atrás para caminar nuevos rumbos.
Quizá en algún momento voltee al pasado, tratando de consolarme, para que pueda ver
mis caídas, mi sufrimientos y, sobre todo, las veces que me paré llorando, que decidí
seguir a pesar de todo, de todos. Es verdad, como alguna vez escribí, soy un mal
hombre, uno que se dejó llevar por la presión de existir en un lugar como éste, con
personas como ustedes. Pero, mi mayor acto de revolución es perdonarme, perdonarlos,
seguir vivo, ser feliz, hacer todo lo que nunca quise antes, lo que nunca pensé que pasaría.
Un portazo. La luz se apaga lentamente. En el sillón, aquel hombre joven, quedó detrás para
vivir un bucle eterno lo que pudo ser, lo que nunca fue y lo que nunca será. Por mi parte,
podré ahora visitar los lugares de los cuales escribí tanto, sentir las cosas que quise sentir,
amar como nunca pude amar, morir como nunca me atreví y vivir, esencialmente, como si
valiese la pena. Sileno ya no es mi sombra, ni tampoco Satanás mi amo.
Ahora, solamente soy yo “solo contra el mundo”, pero acompañado de la entera eterna humanidad
en el calor de un pequeño cuerpo que contiene al universo entero y todo lo que significa realmente.
El sentido de la existencia se determina día a día.
amar como nunca pude amar, morir como nunca me atreví y vivir, esencialmente, como si
valiese la pena. Sileno ya no es mi sombra, ni tampoco Satanás mi amo.
Ahora, solamente soy yo “solo contra el mundo”, pero acompañado de la entera eterna humanidad
en el calor de un pequeño cuerpo que contiene al universo entero y todo lo que significa realmente.
El sentido de la existencia se determina día a día.
Adiós.
¡Qué viva la libertad!
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