¡Nos vemos en el más allá!

La noche en que uno recuerda lo que las cosas fueron,
los tormentos de las acciones mal concebidas y luego
el ruido de la ciudad. Los gritos de júbilo de la
juventud enardecida por promesas ilusas de vida y de
muerte.

Los besos apasionados, las caricias, el toqueteo. Los
miembros duros igual que unas buenas nalgas. Un trago
de ilusiones rotas -y desesperadas- en el trono de cada
quien. Los reyes, las reinas de este país que se sientan
en las piernas de un Dios sin misericordia.

Luego, la calma de la noche, el dormir como si nada 
pasara, como si todo se convirtiera en aire y lo 
pudiéramos respirar. La cruda moral por lo que se hizo 
anteriormente, que rebasa todo lo que es vivir 
y nos calma con sollozos de amor.

La venas de la ciudad que se configuran en el transporte
donde los amantes se besan apasionadamente sin que les
importe lo que los demás opinen. Los hermanos -no
de sangre; o sí, ¿qué importa?; recorriendo las calles
con un balón en mano -o en pie, para hacerlo más
emocionante.

Los poetas en las calles, caminando sin rumbo fijo. En
ese sentido, todos nosotros somos poetas. Luego, la risa
y la felicidad de pertenecer. La maldita diabólica fama y 
riqueza que es un virus cruel que nos transforma a todos, 
haciéndonos actuar con dolo, con mal hacia los demás.
Pero, todos queremos tenerla y ser como son en las
películas. 

Me refiero, ser una estrella grande que tenga importancia 
y peso dentro de esta gran sociedad. Aunque, a veces, 
uno encuentra algo por lo que morir, por lo que luchar
y todo lo demás deja de tener sentido.

Por mi parte, los recuerdos se van lentamente de mi ser,
quebrando los restos de mis huesos y evaporando mi sangre
a la luna, ofreciéndola como un tributo ancestral. Amo, amo
mi forma de morir tronado en gotas de lluvias que caen sin
peso alguno pero al tocar superficie se esparcen por todo
el piso, llorándolo. 

El amor hacia las mujeres que tanto quise tener por condicionamiento
se convirtió en amor hacia una mujer que me detuvo el alma y
el tiempo. Los cánones de belleza dejaron de funcionar; entonces,
entendí que el mundo mentía. No hay que respetar a un mundo 
mentiroso. Mentí con él.

En realidad, le ayudé a reproducirse y articularse con mis pensamientos
y con los de miles de millones más que están por venir o que 
simplemente ya no están. Los que no están, aún los puedo ver
de lejos, en el más allá, saludando todas las mañanas tristes o todas
las noches felices. 

Los veré del otro lado, sin importar qué.

Por lo mientras, amaré al amor y sentiré amor por los demás. 
Perdonen por ser un idiota que hizo daño al mundo. Más por 
ponerlo en letras considerando una respuesta de su parte, un
perdón de todos. Peor aún, un reconocimiento.

¡Ya no me importa!

Solamente quiero sentirlo, es lo único que me queda.

El dolor se apoderó de mí, dejé que me quebrara mientras con 
alas ilusorias de libertad volaba bajo cuatro vientos, rumbo a
un horizonte que no estaba más. 

¡Estoy harto de sentirme así!

De ver el mal en todos lados, de ser parte intrínseca de todo esto,
de morir sin los labios de quien amo, de sentirme inseguro en los 
brazos de quien amo. Quizá no tenga salvación. Quizá nunca regresé.
Tal vez, volé tan lejos que preferí no regresar. No regresé pero los 
extraño.

¿Qué sigue después de vivir?

Si me cortara las venas o bajo drogas me muriese, supiera lo que sigue.
Pero hay cosas que quiero, que aún se ven en la oscuridad. Como un
corazón joven y lleno de gloria, de sueños. Lleno de ira, de odio, lleno
de coraje hacia lo que ve, con otros tantos sueños rotos, con recuerdos
de amores lejanos, con penes que siguen sobre su vagina y sobre sus 
pensamientos. 

¿Y, si el amor mutuo y puro no existe?

Me niego a creerlo, me niego decir que no existe. Porque yo la amo, 
porque un abrazo me hace sentir parte de ella; a pesar del dolor, cuando
la veo soy feliz, cuando sonríe soy feliz, cuando existe soy feliz. Aún si no
existiese el amor puro y verdadero, le amo. Y todo lo demás deja de tener
sentido por amor.

Soy un maldito débil y un cobarde, un puritano y un condicionado. Solamente
soy un arrogante y un drogadicto. Soy un mal hombre, un ratero, soy una 
persona infeliz que se roba los sueños y se alimenta de ellos. Algún día
se los entregué a Satán y éste me traicionó. Con mi espada llena de letras
le hice batalla. Perdí. No importa, aquí sigo luchando, aferrándome a un 
corazón que no existe o que está lejos. Sin dejar de agarrarme fuerte
para que no me tire. 

Nos vemos en el más allá. Nos vemos en más allá. 

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