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Mostrando entradas de 2016

El recuerdo de una pieza musical.

Recuerdo la primavera. Dos ojos pérfidos posando en las notas perfectas de pájaros y de sentimientos.  También, recuerdo la vez que llovió. Hacía meses que no llovía. Los carros frenaban su ritmo constante, así como como mi cuerpo se frenaba al querer correr lo más rápido posible.  Temía caer. No caí, seguí al son de las gotas y después me acompañó una dulce paloma que me llevó más rápido entre ríos y ríos de música bien concebida. No tenía miedo aunque la lluvia tapase el sol. Supongo, uno se acostumbra a no tener miedo y tenerlo.  Recuerdo, también, cuando hacía frío y todo ser se escondió entre los dulces brazos de otro. Y, ese otro me provocó conmoción. Lo veía frío, pérfido. Pero, la morbosidad de etiquetar mis sensaciones me dio un tranquilizante en letras, en pasión, en vida misma.  No temí. La muerte. Recuerdo la vez que moriste, el sol amaneció entre una bandera que entre risas y gritos brindaba ilusión de libertad. Todos gritaban viva, yo h...

Una semana.

Los vientos fuertes del norte, aquellos que alumbran mi cara cuando camino dentro del oscuro bosque de la vida. Y, sí, me dan fuerza. Me enseñan a volar con ellos. Entonces, vuelo, vuelo sobre ella y sobre la necesidad de existir junto a su sonrisa. La sonrisa que emana de cada parte de su alma, tan sincera como la mía. Como la mía al verla sonreír; la que me eleva a horizontes que vi dentro del infierno. Y, la paciencia de ser ella. La esperanza de ser juntos me invade a cada paso, a cada mirada. A cada beso. Cuando contesta el telefono y yo escucho. Cambia su semblante y su tono de voz se convierte en música. Cuando come, cuando ríe, cuando habla, cuando sufre, cuando es ella yo sonrío y soy feliz. Peligrosa sensación de tenerla a mi lado, junto a mí, junto al cuerpo inerte del demonio que nos carcome cuando me resisto, iracundo, de besarle, de tocarle, de sentirle.  El mar que atormenta nuestros deseos, las olas que elevan sus mordiscos al cielo. Le toco la piel, le sie...

Recuerdos.

Recuerdo la primera vez que la vi. Su cabello era tan fino, volaba junto al aire. Las drogas y el alcohol potenciaron mis sentimientos y pude observarla sin vergüenza. En otra época no hubiese sido capaz de verla directamente. Pero, antier la pude observar. Vi sus ojos yendo directo a observar mis labios, criticando cada parte de mi cara y mi cuerpo. Sentí gloria eterna, como si fuese un héroe revolucionario por haberle gustado.  Otra cerveza. Otra copa de vodka. Igual que los rusos me quise convertir en vanguardia. Y, fui vanguardia. La besé apasionadamente. Tal vez, no soy el mejor beso que alguien le dio pero, al menos, sé que soy el más honesto. La besé con amor sin siquiera conocerla bien. La distancia topó con una mirada que nos reunió, fue como un sueño. Y, entonces todos desaparecieron entre la carne de nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos se volvieron uno. Solamente, fue un beso pero para mí había pasado toda una eternidad. Eternamente la besaba mientras que ella sonreí...