Una semana.
Los vientos fuertes del norte, aquellos que alumbran mi cara cuando camino dentro del oscuro bosque de la vida. Y, sí, me dan fuerza. Me enseñan a volar con ellos. Entonces, vuelo, vuelo sobre ella y sobre la necesidad de existir junto a su sonrisa. La sonrisa que emana de cada parte de su alma, tan sincera como la mía. Como la mía al verla sonreír; la que me eleva a horizontes que vi dentro del infierno. Y, la paciencia de ser ella. La esperanza de ser juntos me invade a cada paso, a cada mirada. A cada beso. Cuando contesta el telefono y yo escucho. Cambia su semblante y su tono de voz se convierte en música. Cuando come, cuando ríe, cuando habla, cuando sufre, cuando es ella yo sonrío y soy feliz. Peligrosa sensación de tenerla a mi lado, junto a mí, junto al cuerpo inerte del demonio que nos carcome cuando me resisto, iracundo, de besarle, de tocarle, de sentirle. El mar que atormenta nuestros deseos, las olas que elevan sus mordiscos al cielo. Le toco la piel, le sie...